lunes, 8 de marzo de 2010

Lo que pudo pasar y no pasó


El tren está lleno de historias y de no-historias. En los vagones pasan un montón de cosas, y muchas otras podrían suceder, pero no…
Veo de lejos al argentino y al brasileño que están por subir en uno de los últimos vagones. Corro para sentarme cerca y provocar- esta vez sí- el diálogo (y no solamente la escucha). Pero cuando creo llegar al vagón al que subieron, no los encuentro (o no los escucho, para ser más precisa).
Subo en el tren de Ginebra, en el asiento más cercano a la puerta, porque busco siempre el enchufe para la computadora. En Lausane, Francine me dice « Verónica ! Viajamos juntas y no nos vimos! ». Estuvimos sentadas espalda con espalda y nos encontramos cuando ella bajaba. À la prochaine !
Subo en Berna. Sube un hombrecito de sobretodo y sombrero (no gris, negro, pero casi, casi igual a Natalio Ruiz). Me pregunta con cortesía de otra época si el asiento está libre. Mientras me desengancho el aro de la bufanda, lo observo : es un personaje, y si no estuviera en este tren, podría estar haciendo teatro callejero en la peatonal. Está sentado justo al frente. Quiero charlar, pero no surge : cuando yo miro, él lee. Cuando él mira, yo tipeo en la computadora. Se baja en Friburgo, y con cortesía de otra época, inclina la cabeza tocándose el ala del sombrero y me saluda. Pudo ser una historia, pero no fue.
El azar tiene también sus reglas, y la primera es que no podemos manipularlo. Y a veces los desencuentros evitables me resultan más extraños que los encuentros casuales.

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