jueves, 11 de febrero de 2010

Recapitulando la perfección

Hace dos años, Suiza me asfixió de perfección. Todo tan prolijito, tan pulcro, tan ordenado que dolía. En el país donde cortan el pasto de las montañas y donde una necesidad básica es una cafetera que haga café express, no es extraño que los trenes sean puntuales. De hecho, Suiza es famosa por su “perfecto sistema de trenes”. Odié la perfección asfixiante, la odié tanto que al año siguiente, otra vez en suiza, me traje un cacho de caos conmigo, me lo atraje (diría mi hermana), lo pediste –me dijeron varios-.
En treinta y siete años de vida suiza de Thomas, sólo una vez en la vida se le paró un tren (y fue por un problema de energía nacional). A mí, entre abril y mayo del 2008, se me bloquearon dos veces las líneas, se me retrasaron varios trenes y, de yapa, hasta se me rompió un colectivo. Grossso
La primera demora fue antes de una reunión con mi profe. Diez o 15 minutos de retraso de tren, que me complicaron la conexión de bus. Y la reunión empezó así:
-Retraso en el tren???? Pero eso es rarísimo, no pasa nunca. -
- pero me pasó!!
- bueno- y siguió con otra cosa, convencido de que yo era una mitómana irrecuperable.
La segunda vez fue más oficial. En Lausane el tren se paró. Nos hicieron bajar a todos. Por alto parlante dijeron que no había más tren porque se habían roto una vía. Ahí empecé a sospechar que el problema era yo. Igual, enterarme de que era yeta no fue tan grave. Lo más chocante fue saber que, si queríamos, podíamos pasar a buscar los certificados. Pero aunque lo busqué, y me emocioné de leer que “SBB certificaba que Fulanita llegaba tarde a su trabajo por problemas ocasionados en la línea”, nunca nadie me lo pidió: la interrupción del tren había salido en el diario y en la radio suiza.
Y cuando ya había sacado la bandera de rendición para arrastrarme y gritar que “viva la puntualidad y el sistema”, me dieron todavía para que tenga y para que guarde.
Mi tren venía de Saint Gallen, que es como decir desde Tulumba, un poco más a la izquierda (o al este). Tenía que cambiar en Zurich y listo, en una hora estaba en casa. Llegué perfecto, cambié perfecto. Tenía que salir en el minuto 32. Cuando 15 minutos después el tren no se movía, empecé a sospechar que había algo raro. Cuando subieron policías se me hacía que sí, no más, que algo pasaba. Cuando pasó un pibe corriendo como si lo llevara el diablo, ya casi no me quedaban dudas. Y cuando media hora más tarde nos dijeron que tomáramos la próxima correspondencia, porque ese tren no salía, se terminó de confirmar. Cuando llegué a Berna y conté alterada que algo, no sabía qué, había provocado el retraso, otra vez, los locales –esta vez mis vecinos- se permitieron el beneficio de la duda (claro, acá la perfección es verosímil pero un testimonio de tren demorado es ciencia ficción de alto voltaje). Pero una vez más, la prensa me apoyó. El diario del día siguiente lo aclaró todo: “un chico armado escapa de la prisión y se esconde en un tren Zurich- Berna. ”… creo que decía eso, pero a lo mejor era “Tren demorado. Un chico escapa de prisión…” (se entiende que cambia el foco, no? Y en Suiza es más noticia el segundo titular…)
Ahora que me amigué con el sistema de transportes, hemos llegado a un acuerdo. Los trenes que YO tomo se demoran, pero poquito, nunca más de tres minutos. Y todos felices.

2 comentarios:

  1. Hola Veronica, felicitaciones por las historias de trenes, yo les he leido con mucho placer. Sabes que Clarice Lispector, una escritora brasileña, escribió un cuentito muy cerca de tuyo Recapitulando la Perfección. El texto de Clarice se llama "Berna" (!) Hay que continuar... Hasta pronto, Thiago le boursier

    ResponderEliminar
  2. Hola Thiago! Qué bueno tu español!!! y quiero leer ya a Lispector! pero no sé cómo podría conseguir algo de ella por acá... tenés algo? Che, y yo cómo hago para leer tu historia de la bibliotecaria ladrona???

    ResponderEliminar